Blog de Santos Ochoa- Espacio para la reflexión ética, social y científica de nuestro mundo
miércoles, 25 de mayo de 2011
Involución orgullosa
lo dijo ¡¡¡HACE CIENTO SIETE AÑOS!!! Don Pío Baroja. Es de plena actualidad.
Corría el año 1904 y aquella tertulia, que había abierto el gallego Ramón María del Valle-Inclán en el Nuevo Café de Levante, hervía por las noches con la flor y nata de los intelectuales de la Generación del 98 y los artistas más significados, entre ellos Ignacio Zuloaga, Gutiérrez Solana, Santiago Rusiñol, Mateo Inurria, Chicharro, Beltrán Masses o Rafael Penagos.
Y aquella tarde noche del 13 de mayo de 1904 el que sorprendió a todos los presentes fue Pío Baroja. Porque cuando se estaba hablando de los españoles y de las distintas clases de españoles, el novelista vasco sorprendió a todos y dijo:
“La verdad es que en España hay siete clases de españoles… sí, como los siete pecados capitales. A saber:
1) Los que no saben;
2) los que no quieren saber;
3) los que odian el saber;
4) los que sufren por no saber;
5) los que aparentan que saben;
6) los que triunfan sin saber, y
7) los que viven gracias a que los demás no saben.
Entre estos últimos hay muchos que se llaman a sí mismos “políticos” y a veces hasta “intelectuales”.
Cosas que han cambiado: esas tertulias que ya no existen. Y si existen son clandestinas, pues lo que se lleva ahora es aceptar soporíferamente o anestesiados a los que rebuznan en algunos programas de televisión regodeándose en su ignorancia y haciendo de ella un mérito a respetar contra la cultura y la honradez. Es la ascensión del imbécil militante a la categoría de modelo a segir.
Cosas que siguen igual: sigue intacto lo que Baroja dice.
Sí. La verdad es que la figura del tertuliano ha ido en decadencia desde que empezaron a invitar a gente como Ramoncín.
ResponderEliminarY lo peor no es la proliferación de imbéciles con título universitario o marchamo de calidad mediático, sino la existencia de una octava categoría que no mencionaba el bueno de don Pío: los que se regodean, a sabiendas, en su propia ignorancia.
Un abrazo.